Y ahí estaba yo, hablando de los estereotipos de género, comentando de qué manera hombres y mujeres nos vemos limitados en derechos por las desigualdades de género. Le contaba a mi público cómo frases como: “los niños no lloran” “las mujeres no se ubican geográficamente” “los hombres no saben cuidar” “las mujeres no son buenas con las matemáticas”,“los hombres son valientes, fuertes y no le temen a nada”, etc. se han traducido en desigualdades en el ámbito económico, político y hasta médico. Les decía que según la Alta Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer (Colombia) en el 2010, la tasa de desempleo nacional fue 11,8, igual al año anterior; siendo 9,0% en los hombres, y 15,6% en las mujeres, y que por tanto las mujeres han sido más afectadas por el desempleo que los hombres; y que a 2011 sólo hubo 107 mujeres alcaldesas de un total de 1100 alcaldías a nivel nacional; y que 51.092 mujeres fueron violentadas por su pareja.
Y estando allí me sentía orgullosa, me parecía increíble que me invitaran a hablar de género en un seminario sobre conflicto y paz, y me parecía aún más increíble escuchar a estudiantes que pertenecían a semilleros de investigación sobre género y orientaciones sexuales, hablar sobre sobre equidad, sobre la importancia de la tolerancia y el respeto por la diferencia, y sobre los derechos vulnerados a muchas mujeres campesinas. Salí del auditorio sintiéndome la mujer maravilla, sintiendo que como dice mi amiga LASIEMPREVIVA “se hizo por fin un poco de justicia en el mundo”, al fin y al cabo empezar a nombrar las cosas, es reconocer su existencia, y eso se había hecho en el discurso de las estudiantes y en el mio: visibilizar la desigualdad nombrándola.
Bajé las escaleras y llegué a la sala de profesores y para mi sorpresa y desilusión, no pasó ni media hora desde mi intervención en el auditorio, para que escuchará de la boca de un profesor: “los hombres son los que mandan”. Inmediatamente dos profesoras sentadas a su lado lo voltearon a ver, pero aún más sorprendentemente resultaron diciendo entre risas: “si tienes razón”. En ese momento mi sangre hirvió, caí al infierno y no pude más que decir: “Qué lástima que no fueron al debate sobre género en el segundo piso”. Sólo me miraron sorprendidas por mi tono de voz y mis palabras, tal vez no se esperaban nada.
Toda esta situación me hizo pensar profundamente en varios aspectos que seguramente también habrán pasado por sus mentes:
1) ¿Cómo mientras unas y unos hacemos esfuerzos por la igualdad, otros no hacen el más mínimo esfuerzo y de hecho legitiman la desigualdad y los estereotipos sexistas?
2) ¿Cómo algunas mujeres permiten burlas, insultos y “chistes” sobre si mismas? (Espero ampliar esta cuestión más ampliamente en otra entrada)
3) ¿Cómo desde la misma educación se están promoviendo valores sexistas, estereotipos y desigualdades de género?
Por supuesto que mi primer pensamiento, y que da título a esta entrada es “Lo que hace con las manos, lo borra con los pies”, refiriéndome a la sociedad en su conjunto; mientras unos y unas hacen paz, otros y otras hacen guerra; mientras unas y unos luchan por los derechos; otros y otras los ultrajan, etc. ¡¡¡¿Cómo es posible que en simultáneo unos y unas luchen por algo mientras otros y otras lo borran con sus ideas y acciones?!!!